Hace unos días finalizó la celebración de las Fallas y despedimos a “La meditadora”.
En esta falla municipal de 2020 el elemento central fue “Una mujer majestuosa, elegante, profunda. Una mujer empoderada, sólida, contundente. Una mujer meditando», tal y como la describieron sus creadores.
Esta es una figura que permanecerá en nuestro recuerdo marcada por las circunstancias que hemos vivido durante los últimos 18 meses. Su rostro ha sido un símbolo de la pandemia mundial del Covid-19, especialmente cuando le pusieron una mascarilla y la unieron a un mensaje “Açò també passarà (esto también pasará)”. Afortunadamente ese mensaje trascendió la forma, llegando al corazón de mucha gente, ocupando portadas de los principales medios del mundo, inundando las redes con mensajes de paz y esperanza.
Las Fallas son, sin duda, la celebración de la impermanencia, un ejemplo más de lo efímero de la existencia. La realidad es efímera. También las fallas lo son. Año tras año, las llamas se lo llevan todo. La ilusión, la energía, el tiempo y la entrega absoluta de todo un año se desvanecen la noche de la cremà. Esta es posiblemente una de las características intrínsecas de las Fallas y posiblemente su gran riqueza. Aceptar el carácter efímero de nuestra fiesta también nos revela una de las grandes leyes universales de la naturaleza: todo cambia todo el tiempo. Nada permanece, excepto el cambio.
Ojalá el recuerdo del monumento nos inspire y anime a seguir meditando para entrenar nuestra conciencia en la aceptación de la impermanencia. Los pensamientos vienen y van. Las experiencias vienen y van. Lo material viene y se va. El día dará lugar a la noche, que dará lugar al día.
Sin embargo solemos vivir las épocas buenas con miedo de que acaben, incluso reprimimos nuestra alegría porque cuando estamos felices y las cosas nos van bien, tenemos muy presente que “algo malo va a venir”. Por otro lado cuando estamos pasando por momentos difíciles los vivimos como si no fueran a acabar nunca. Nuestras emociones difíciles se perpetúan, le damos vueltas y vueltas a lo mismo, aumentando nuestro malestar.
La realidad es que nada permanece, ninguna emoción o estado mental permanece.
La meditación nos permite ser conscientes de esta ley universal, todo pasa, lo bueno se acaba, sí, los momentos de felicidad no son eternos pero puedes disfrutarlos plenamente, entregarte a ellos mientras duren. Y cuando la situación es difícil, cuando suceden fatalidades que no podemos cambiar, cuando las cosas no salen como nos gustaría y nos embargan emociones de frustración, ansiedad, rencor, tristeza, rabia, etc. puedes aprender a permitirlas, a dejarlas ser, a sostenerlas con un corazón abierto confiando plenamente en la ley de la impermanencia, sabiendo que “açò també passarà”.
Si deseas conocer, mantener o profundizar en tu práctica de meditación puedes asistir a nuestro grupo de práctica solidario. Tienes en el siguiente enlace toda la información: