La diferencia entre el dolor y el sufrimiento

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SUFRIMIENTO = DOLOR X RESISTENCIA

Nos proponemos en este blog analizar la relación entre dolor y sufrimiento y desafiar la idea errónea de que dolor y sufrimiento son sinónimos.

El dolor físico es esencialmente el cerebro registrando las señales nerviosas y la forma en que uno interpreta estas señales, el significado que les damos y las historias que creamos a su alrededor es una cuestión de elección. El sufrimiento, por otro lado, es emocional y a menudo es causado por la típica respuesta humana al dolor, que es la resistencia.

La resistencia al dolor es una reacción común, ya que a las personas naturalmente no nos gusta el dolor y tratamos de evitarlo o de escapar de él. Sin embargo, el sufrimiento no es causado directamente por el dolor en sí sino por la resistencia al mismo. Es decir, por la lucha que generamos al no querer que las cosas sean como son. Cuanto más se resiste al dolor, mayor es el sufrimiento.

El maestro de meditación Shinzen Young (2016) lo expresó con la siguiente fórmula:

 

               SUFRIMIENTO= DOLOR X RESISTENCIA

 

En otras palabras, el dolor -independientemente de que se derive de un problema físico, una pérdida, la preocupación o de las dificultades de la vida- es inevitable, pero cuando nos resistimos a él lo intensificamos.

 

¿Y qué podemos hacer para reducir el sufrimiento?

La aceptación es la alternativa a la resistencia. Aceptar el dolor, ya sea físico o emocional, significa reconocerlo y tomar medidas para abordarlo, en lugar de intentar adormecerlo o desear que desaparezca. Aceptar no significa disfrutar del dolor o que nos tenga que gustar, sino afrontarlo y elegir cómo responder ante él.

La vida siempre nos impondrá cosas que no queremos, que son desagradables y dolorosas. Y cuando elegimos resistirnos a esas cosas, sufrimos. Los adultos hacen esto todo el tiempo, pero es más fácil de ver en los niños, cuya resistencia suele ser más dramática. Piense en un niño pequeño al que le dicen que el tiempo de juego ha terminado y que tiene que irse a la cama. La rabieta resultante es un ejemplo perfecto de alguien que sufre porque se resiste a la realidad.

El sufrimiento no es una consecuencia inevitable del dolor sino más bien el resultado de cómo nos resistimos a él. Alentamos a los lectores a aceptar el dolor, desarrollar una mejor relación con él y tomar medidas de autocuidado, tanto físico como emocional para reducir el sufrimiento en sus vidas.

 

¿Cómo nos ayuda la meditación?

 

En la meditación, practicas sentarte con cualquier cosa que surja en tu mente. Es posible que tengas hambre, pero en lugar de ir a comer algo, continúas sentado allí, experimentando tu hambre sin actuar en consecuencia. Puedes pensar en una tarea que debes hacer, pero en lugar de levantarte y hacerla, continúas sentado allí, experimentando el pensamiento sin actuar en consecuencia. Esta práctica te ayuda a estar menos controlado por tus estados mentales, es decir, a ser menos reactivo y más consciente de tus procesos internos. Y también crea una oportunidad para observar cómo funciona tu mente: “Observas cómo surgen y desaparecen las experiencias placenteras, y ves que nunca duran; ves el dolor llegar sin ser invitado y te ves a ti mismo luchando ansiosamente por deshacerte de él; te ves fracasar. Ves que tu vida está marcada por la decepción y la frustración, y ves claramente el origen. Estas reacciones surgen de tu propia incapacidad para obtener lo que quieres, tu miedo a perder lo que ya has ganado y tu hábito de nunca estar satisfecho con lo que tienes. Ves la forma en que el sufrimiento sigue inevitablemente después del apego”. –Bhante Gunaratana.

 

Los pensamientos, sentimientos y estados físicos que experimentas mientras meditas pueden ser dolorosos, pero simplemente sentándote con ellos y observándolos ir y venir reduces el poder que tienen sobre ti. Te demuestras a ti mismo, poco a poco, que puedes aceptar estados físicos y mentales que no te gustan. Esto nos  lleva a discernir cuales son las acciones más adecuadas en cada momento y nos libera de los patrones adquiridos a lo largo de toda una vida de resistencia.