Sin duda el recorrido de cualquier ser humano por la vida está condicionado por momentos de tensión, malestar, disgustos y sufrimiento. Y es muy recurrente que estos factores produzcan cambios en nuestra conducta, sin darnos cuenta, hasta el punto de sentirnos incapaces de experimentar la felicidad.
Aquí no vamos a dar la fórmula de la felicidad ni vamos a recomendar libros de autoayuda de dudoso origen que vayan a “iluminar” nuestra mente. En lugar de esto, vamos a hablar de ciencia.
En 2001 Martin Seligman en su libro «La Auténtica Felicidad» expone los resultados de sus investigaciones que nos han dado un enfoque científico respecto a los factores y vivencias que nos hacen plenamente felices.
Lo revelador de sus investigaciones es enseñarnos que lo que siempre hemos considerado importante y que nos desvivimos día a día en conseguir no tiene en realidad un peso importante en la experimentación de la felicidad, por ejemplo el éxito, el matrimonio, el dinero, la sociabilidad, una carrera profesional, el género o la religión tan sólo influyen en no más de un 15%.
La psicología de Seligman pone al ser humano en relación con el mundo dentro del espectro temporal: pasado, presente y futuro. De cómo se den nuestras relaciones con los hechos del pasado, los desafíos del presente y los propósitos del futuro depende nuestra felicidad ahora.
Nos propone relacionarnos con nuestro pasado a través de la gratitud y el perdón; o con el futuro, con optimismo y esperanza, y en cuanto al presente, nos pone ante dos posibilidades: el placer y la gratificación. El primero se refiere al disfrute de la sensación cruda, esto es, de aquella sensación producida por un estímulo que no requiere mayor esfuerzo, como por ejemplo comer un helado, darse una ducha caliente, etc. Lo que coincide con el estado de presencia que cultivamos con la práctica de Mindfulness.
La otra forma de ser feliz en el presente es mediante la gratificación, esto es, mediante el disfrute producido por la realización de actividades nobles. Dirigir nuestras acciones hacia aquello que da sentido a nuestras vidas y nos conecta con nuestros valores nos hace sentir felices en el día a día.
Cuando hablamos de ciencia y felicidad, es preciso también mencionar al Dr. Richard Davidson quien también ha estudiado y pone énfasis sobre los constituyentes del bienestar. ¿Existen factores psicológicos que aporten bienestar a nuestra vida? ¿Se pueden cultivar o están reservados solo para unos cuantos afortunados?
Antes de adentrarnos en los cuatro constituyentes del bienestar, es importante entender que estos, según Davidson, tienen una profunda raíz neuronal y cambian y mutan constantemente. Es lo que entendemos por “neuroplasticidad”: la capacidad del cerebro para adaptarse y cambiar. Las neuronas que utilizamos con mayor frecuencia desarrollan conexiones más fuertes. Por el contrario, las que no solemos utilizar, con el tiempo son eliminadas. De este modo, la plasticidad del cerebro nos permite potenciar las vías neuronales que puedan proporcionar y afianzarnos un bienestar emocional y físico duradero.
Según el estudio realizado por Davidson, practicar estos cuatro constituyentes es de suma importancia para el desarrollo del bienestar y la felicidad:
Resiliencia
Las adversidades son inevitables y en muchas de las ocasiones escapan de nuestro control. Sin embargo, lo que depende de nosotros es cambiar la manera en la que nos relacionamos con ellas.
La resiliencia es la eficacia y rapidez con la que nos recuperamos de una desgracia. Para algunas personas es más difícil que para otras, pero la evidencia científica demuestra que las personas que muestran una actividad neuronal de recuperación más rápida gozan de un nivel de bienestar y felicidad más elevado.
Por otra parte, cabe mencionar un estudio realizado por la Universidad de Wisconsin-Madison (a fecha de hoy sin publicar) que gira entorno a la pregunta: ¿Podemos cambiar estos circuitos neuronales a través de la práctica mindfulness? ¡Y la respuesta es sí!
Sin embargo, se necesitan muchas horas para poder consolidar estos circuitos específicos. A diferencia de los demás constituyentes, la resiliencia se cultiva a un plazo más largo. Pero no es algo imposible de alcanzar y en realidad motiva a seguir meditando.
Observar lo positivo
Aquí Davidson se refiere a observar lo positivo en los demás, la habilidad de saborear las experiencias positivas y ver la bondad de los humanos como un rasgo innato. Incluso personas que sufren depresión han mostrado buenos resultados (aunque no muy persistentes) en las conexiones neuronales al observar la positividad.
Según los estudios, a diferencia de la resiliencia, esta habilidad puede desarrollarse fácilmente a través de prácticas de Bondad Amorosa y meditaciones compasivas. Estas alteran los circuitos neuronales incluso con pequeñas dosis de práctica diaria.
El estudio “Compassion Training Alters Altruism and Neural Responses to Suffering” publicado en 2013 muestra resultados prominentes. Se seleccionaron participantes que nunca habían meditado y se separaron en dos grupos. Uno de los grupos recibía entrenamiento compasivo, mientras que el otro, entrenamiento de reevaluación cognitiva, una estrategia de regulación de la emoción que proviene de la terapia cognitiva.
Al analizar el cerebro de los participantes tras dos semanas de sesiones, descubrieron que el grupo que había recibido entrenamiento compasivo mostraba cambios cerebrales que fortalecían su visión positiva del mundo. Tras 30 minutos de práctica al día (en total 7 horas), mostraban cambios cerebrales que se transformaban en un comportamiento amable y atento.
Atención
El estudio de los psicólogos sociales de Harvard, Matt Killingsworth y Dan Siegel, llamado “A wandering mind is an unhappy mind” pone el foco en el bienestar. En este estudio en particular, los investigadores utilizaban los móviles para preguntar a la gente durante su vida cotidiana estas tres preguntas:
- ¿Qué estas haciendo ahora mismo?
- ¿Qué piensas ahora mismo? ¿Está relacionado con lo que estás haciendo o no?
- ¿Cuál es tu nivel de felicidad ahora mismo?
Tras obtener los resultados, concluyeron que los estadounidenses dedicaban alrededor de 47% de su tiempo a pensar en tareas distintas de las que estaban realizando en este momento. ¡Casi la mitad del tiempo! ¿Puedes imaginarte si este porcentaje disminuyera un 5%?. Piensa en el impacto que tendría sobre nuestra productividad o nuestra manera de estar presentes y escuchar atentamente a los demás.
La habilidad de prestar atención es tan importante que William James dedica un capítulo entero de su famosísimo libro “Principios de psicología” (1890). Menciona que la habilidad de reenfocar voluntariamente tu atención es la clave de la formación de juicios, carácter y voluntad. Pero continúa afirmando que es más fácil definir este ideal que dar pistas prácticas para aprenderlo. Sin embargo, hoy en día tenemos guías sobre educación de la atención: prácticas contemplativas y Mindfulness.
Generosidad
Hay un montón de datos que demuestran el cambio de los circuitos cerebrales a la hora de comprometerse a mantener comportamientos generosos y altruistas. Cambios que fortalecen el bienestar. De hecho, estos circuitos se activan de forma más duradera que cuando ganamos un juego o un premio.
Los seres humanos poseen la habilidad de bondad básica e innata. Cuando nos comprometemos con causas que cultivan la amabilidad y la compasión no estamos creando nada nuevo, ni nada que no existiese. Lo que hacemos es reconocer, fortalecer y nutrir cualidades que ya poseemos.
Nuestra mente está cambiando constantemente – la mayoría del tiempo de forma inconsciente. La buena noticia es que podemos modelarla con consciencia y fortalecer estos cuatro constituyentes fundamentales para el bienestar.
Aquí te dejamos una meditación guiada para cultivar estas cualidades y actitudes que nos acercan a una vida más plena y feliz.
MEDITACIÓN PARA CULTIVAR LA ALEGRÍA
Bibliografía:
Compassion Training Alters Altruism and Neural Responses to Suffering