¿He amado bien?

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Incluso los estados más exaltados y los logros espirituales más excepcionales carecen de importancia si no podemos ser felices de las formas más básicas y comunes, si, con nuestros corazones, no podemos tocarnos unos a otros y la vida que se nos ha dado.

Al comenzar una vida espiritual, lo que importa es simple: debemos asegurarnos de que nuestro camino esté conectado con nuestro corazón. Al final, la vida espiritual no es un proceso de buscar u obtener alguna condición extraordinaria o poderes especiales. Lo cierto es que tal búsqueda puede alejarnos de nosotros mismos. Si no tenemos cuidado, podemos encontrar fácilmente que los grandes fracasos de nuestra sociedad moderna —ambición, materialismo y aislamiento individual— se repiten en nuestra vida espiritual. Al comenzar un viaje espiritual auténtico, debemos permanecer mucho más cerca de casa, enfocarnos directamente en lo que está justo aquí frente a nosotros, para asegurarnos de que nuestro camino esté conectado con nuestro amor más profundo.

Cuando preguntamos: “¿Estoy siguiendo un camino con el corazón?” descubrimos que nadie puede definirnos exactamente cuál debe ser nuestro camino. Debemos mirar los valores con los que hemos elegido vivir. ¿Dónde ponemos nuestro tiempo, nuestra fuerza, nuestra creatividad, nuestro amor? Debemos mirar nuestra vida sin sentimentalismos, exageraciones o idealismos. ¿Refleja lo que estamos eligiendo aquello que valoramos con más intensidad? Si nos quedamos quietos y escuchamos profundamente, aunque sea por un momento, sabremos si estamos siguiendo un camino con el corazón.

En el estrés y la complejidad de nuestras vidas, podemos olvidar nuestras intenciones más profundas. Pero cuando las personas llegan al final de sus vidas y miran hacia atrás, las preguntas que hacen con más frecuencia no suelen ser: «¿Cuánto hay en mi cuenta bancaria?» o «¿Cuántos libros escribí?» o «¿Qué construí?» o cosas similares. Si tienes el privilegio de estar con una persona que está consciente en el momento de su muerte, encontrarás que las preguntas que esa persona hace son muy simples: «¿Amé bien?» “¿Viví plenamente?” “¿Aprendí a dejar ir?”

Estas sencillas preguntas van al núcleo exacto de la vida espiritual. Cuando consideramos amar bien y vivir plenamente, podemos ver las formas en que nuestros apegos y miedos nos han limitado, y podemos ver las muchas oportunidades para abrir nuestros corazones. ¿Hemos amado a las personas que nos rodean, a nuestra familia, a nuestra comunidad, a la tierra en la que vivimos? Y también ¿Aprendimos a soltar? ¿Aprendimos a vivir los cambios de la vida con gracia, sabiduría y compasión? ¿Hemos aprendido a cambiar de la mente apegada a la alegría de la libertad?

Cualquier otra enseñanza espiritual es en vano si no podemos amar. Incluso los estados más exaltados y los logros espirituales más excepcionales carecen de importancia si no podemos ser felices de las formas más básicas y comunes, si, con nuestros corazones, no podemos tocarnos unos a otros y la vida que se nos ha dado. Lo que importa es cómo vivimos. Por eso es tan difícil y tan importante hacernos esta pregunta: “¿Estoy viviendo mi camino plenamente, vivo sin remordimientos?” para que podamos decir sea cual sea el día que nuestra vida acabe: “Sí, he vivido mi camino con el corazón”.

 

 

Jack Kornfield: Did I Love Well?
Texto original: https://jackkornfield.com/did-i-love-well/

 

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