«La frustración, por muy desagradable que sea, puede ser una aliada para educar si entendemos el mensaje positivo que hay detrás y buscamos soluciones». (Elena Couceiro)
En una de sus ponencias, el neuropsicólogo Álvaro Bilbao comentaba «muchas veces los padres intentamos ahorrar a nuestros/as hijos/as las frustraciones. Sin embargo, si queremos tener hijos/as felices en lugar de hacer que el viento sople siempre a su favor hay que enseñarles también a navegar en tempestades» . Porque lo cierto es que en la vida no todo se puede, no van a poder hacer siempre lo que quieren y no les va a salir todo bien a la primera. Por ello, la frustración puede ser una gran aliada en la educación, si se gestiona bien.
La frustración ofrece la posibilidad de aprender
La RAE define «Frustrar» como «privar a alguien de lo que esperaba», «malograr un intento». Todos hemos vivido innumerables momentos en los que nos hemos visto privados de lo que esperamos o en que las cosas no han salido como queríamos. Es decir, la vida está llena de pequeñas o grandes frustraciones que tenemos que aprender a llevar de la mejor manera posible y que sin duda nos permiten desarrollar actitudes importantes en la vida: equilibrio, paciencia, tolerancia, y aceptación, son algunas de ellas. Por muy desesperante que pueda parecer, que nuestro hijo o hija se frustre es positivo. Sin embargo, ser capaces de ver lo positivo es un importante reto para los educadores dado que requiere modificar la forma en que se interpreta la conducta del otro y ser capaces de regular nuestras propias emociones. Es muy frecuente responder a la frustración de nuestros hijos e hijas con nuestra propia frustración generando una retroalimentación negativa.
Alvaro Bilbao nos ofrece algunos ejemplos:
Cómo manejar la frustración y otras emociones difíciles.
En psicología, cuando hablamos de «tolerancia a la frustración» no nos referimos a resignarnos o a aguantar estoicamente lo sucedido, hablamos más bien de una aceptación, lo más serena posible, de lo que ha acontecido para, desde ahí, aprender e implementar cambios o buscar soluciones.
De este modo, el proceso se desarrolla en dos etapas.
1. Reconocer la emoción y validarla.
2. Ayudar a encontrar una solución y aprender.
Noelia López-Cheda nos da algunas de las claves para poder pasar de la frustración a la solución:
- Validar la emoción: Entender y legitimar su enfado, sin juzgarlo: “Entiendo que te enfade no conseguir abrocharte el abrigo”. “Es normal que te moleste lo que te ha hecho tu amigo/a”. “Comprendo que te frustre haber suspendido”. “Ya sé que te enfada que no te compre esto ahora”.
- Dejarles un tiempo para calmarse y enfriarse, sin sermones, sin quitar importancia a lo que sienten y sin intentar pasar a la solución antes de dejarles experimentar la emoción intensa que sienten ahora. “Si necesitas hablar, aquí estoy”. “¿Quieres que te dé un abrazo?» Intentar razonar cuando la emoción está todavía activada es tarea casi imposible y generalmente lleva a que el conflicto crezca y a otras consecuencias no deseadas.
- Una vez que se han calmado, expresar empatía y fomentar que piensen por ellos mismos qué hacer ahora. «¿Quieres que te enseñe un truco para abrocharte esos botones o prefieres intentarlo otra vez más?”,“¿Qué crees que tienes que hacer para no suspender el próximo examen?”,“¿Pensamos juntos un plan para poder comprar eso que tanto quieres en unas semanas?”, “¿Qué piensas decirle a tu amigo/a después de lo que ha pasado?”.
- Criticar el comportamiento, pero no la emoción ni a la persona. Es probable que, presa de la frustración, nuestro hijo o hija haya hablado mal, o haya sido un poco desagradable o impertinente. Desde luego, si nuestro/a hijo/a quiere que le compremos algo y no lo hacemos, no nos va a dar las gracias. Podemos entender y legitimar su enfado, mientras ponemos límites a su comportamiento. “Entiendo que te enfades, pero yo te hablo con respeto y tú también debes hacerlo”. “Comprendo que te moleste haber suspendido, pero no consiento que hables así del/de la profesor/a”…
Si queremos ver un cambio en nuestros hijos e hijas éste ha de empezar por nosotras/os
La Crianza Consciente (Mindful Parenting) nos enseña una manera distinta de educar que nos permite modificar la interpretación que hacemos de su conducta, mejorar el vínculo afectivo con nuestros/as hijos/as, regular nuestras emociones, facilitar el desarrollo de esta habilidad en ellos y responder más eficientemente a sus necesidades.
Según Yvonne Laborda, terapeuta humanista, existen 7 principios básicos para una Crianza Consciente, entendiendo como «ser conscientes de qué nos pasa a nosotros/as cuando a nuestros/as hijos/as les pasan cosas y de qué les pasa a nuestros/as hijos/as cuando nosotros/as no estamos emocionalmente bien»:
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Fuente:
Couceiro, E. (2021). La frustración, una aliada de la educación (si se gestiona bien). El Periódico.
Laborda, Y. (2020). Los 7 principios de Yvonne Laborda para una Crianza Consciente. Instituto Yvonne Laborda.